Para quien no lo haya visto nunca (y este era mi caso hasta la semana pasada), el teatro documental tiene un potencial y una profundidad que pocas veces he podido sentir en su equivalente cinematográfico (con excepción de los magníficos Mudar la piel y My Mexican Bretzel del cual nos ha hablado Mercè Otero).
El Teatre Lliure nos propone estos días la obra Forasters vindran dirigida por Marta Galán Sala, una mezcla de trabajo de memoria, de denuncia política, de autoficción y de teatro social, lo que da lugar a una tipología híbrida o cuando la forma refleja maravillosamente el contenido.
El proyecto se apoya – entre otras cosas – en las vivencias de la familia de una de las intérpretes (la magnífica Susanna Barranco), andaluces venidos a Barcelona para buscarse la vida y trabajar para sobrevivir, instaladxs en barracas del Carmel, como muchas de las personas que inmigraron desde Andalucía y también desde Extremadura y Galicia.
A partir de fotos personales, de entrevistas con su madre, su padre, sus tíos y tías, vecinos y vecinas, se nos va contando la vida dura y los tratamientos inhumanos que recibieron por parte del régimen franquista pero también de la burguesía catalana.
Hay un momento en la obra donde Núria Lloansi y Juan Navarro (que acompañan el camino de Susanna Barranco) nos explican que van a adaptar un ensayo que cuestiona lo que es “ser de un lugar” y “ser de fuera” a la situación de Susanna y de su familia. Destacan así la situación imposible de esos migrantes internxs que ya no son de su pueblo de origen, pero tampoco del lugar a donde han ido a buscarse una vida mejor. Se da la amarga paradoja de que su fuerza de trabajo es la que levantó la ciudad de Barcelona y crió a los hijos y a las hijas de los más ricos. En suma, por todas partes de la ciudad condal la protagonista va encontrando elementos construidos por su abuelo, por su tío…
Lo más escalofriante en este relato es que se puede sustituir la palabra “andaluz/a” o “gallego/a” o “extremeño/a” por “sirio/a”, “somalí”, “eritreo/a”, “afgano/a”… Ya habréis entendido por dónde voy.
Esta obra adopta un enfoque crucial, el de dejar constancia de las historias de personas olvidadas por la Historia, personas que pocas veces son reconocidas por la labor y los sacrificios que hicieron. El teatro documental permite aquí no solo conservar la memoria de las vivencias sino también de un lugar desaparecido y que parece imposible de rastrear: el Centro de clasificación de los inmigrantes, situado en lo que fue el pabellón de las misiones. Este lugar abyecto, donde las y los inmigrantes estaban encarcelados después de haber sido detenidos en cuanto bajaban del tren en la Estació de França o por la calle o en su propia casa porque la dictadura franquista había decretado que había que “limpiar” la ciudad de la gente “marginal”. Este lugar ha desaparecido literalmente del mapa.
Un aspecto que quiero destacar aquí es la ternura con la que Susanna Barranco ha entrevistado a esas personas y la importancia que da a las voces de las mujeres, esas mujeres sin las que nada sería posible, que trabajaban dobles y triples jornadas. Creo que la obra pone muy bien de relieve lo que es el trabajo reproductivo, el trabajo invisible (y en este caso doblemente/triplemente invisible) de las mujeres, y la capacidad increíble de resiliencia y lucha que sacan de sus tripas.
Me paro aquí porque no quiero hacer más spoiler y ¡os animo a ir a ver Forasters vindran y decirme qué os ha parecido!
Camille Rieunier Traductora feminista y socia de Ca la Dona
Con las valiosas correcciones de Coloma Jofre Bonet
Forasters vindran en el Teatre Lliure hasta el 25/04